Tiré, sin que se diera cuenta, del hilo que asomaba de la parte de abajo de su falda -la faldita de lana que yo le regalé. Salí corriendo, riéndome de mi ocurrencia que inocente pretendía, acabar con sus muslos en mis palmas. Oía tras de mí sus gritos, que entonces creí, de pudor y de sorpresa. Me detuve y volví corriendo dispuesto a comerme a besos su vergüenza. No estaba. Pensé que se habría ido enfadada. Miré hacia todos lados. Esperé. Llamé a su móvil, que sonó muy cerca, y guiado por el tono descubrí junto a él, horrorizado, sus pendientes, su reloj, su bolso, su camisa, su chaqueta, sus zapatos, sus braguitas y sus medias. Faltaban su falda... y ella.
Aún guardo la madeja del hilo de su falda, que en vano he intentado tejer miles de veces, para ver si me asiste de nuevo ese poder que la deshizo, y si ella, algún día, por llevarme la contraria, ...aparece. Y que me explique entonces, por lo que más quiera, por qué llevaba adherida esa falda a su cuerpo y a su alma. ¿Tanto me amaba?
16-1-2010
16-1-2010
Por fin he entrado.........bueno a mi me ha gustado, te animo a continuar.
ResponderEliminarMª Jesús
Gracias chica, sigo, sigo, no paro, sigo, sigo
ResponderEliminarLindo blog el tuyo, empezando por el nombre, y por los encantadores textos e imágenes.
ResponderEliminargracias por pasar por aquí Carmen, me alegro de que te guste.
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