Cuatro cafés, tres cigarros, las noticias del día y escribiendo.
Ya me hace feliz sólo amanecer por las mañanas pero además me encanta si amanezco con los primeros autobuses ,el primer metro, los pájaros y el panadero. Tener tanto tiempo por delante me da la oportunidad de acertar y equivocarme muchas veces, de corregir la dirección del día y del ánimo dependiendo de cómo se presenten.
Hoy vienen mis amigas a cenar a eso de las nueve de la noche. Un encuentro informal sin precedentes, femenino , sabio, menopáusico y alegre .Creo que vamos a pasarlo bien porque las ganas están aseguradas. Si todo eso se cocina con amor y se riega de coca colas de vidrio gran reserva- que a Chus y a mí nos colocan fácilmente- , alguna cerveza 0,0 y un buen cava... lo que os decía ...el éxito, avalado por las ganas.
A las 10 de la mañana, más o menos, el guapo doctor me quitará los puntos de mi ojo izquierdo y después se acercará a mi cara y me dirá “mirame” y yo miraré justificadamente sus ojos dulces que sólo ven en los míos una sutura de la que al que parecer se siente satisfecho, entonces bajo mi mirada a su corbata perfecta y morada emergiendo destacada entre su bata y su consulta completamente blancas. Me enseñará luego mi cara en un espejo- como en las “pelus” pero por delante- y mientras él me pregunta que qué tal yo le responderé, haciendo ver que tengo algún tipo de criterio, que sí, que sí, que está muy bien, mientras pienso que que fea estoy esta mañana, ya podía haberme arreglado un poco , que la ocasión lo merecía y no está la cosa para desaprovechar ocasiones de gustar. Y aunque este vasco dulce y primoroso está felizmente casado como la mayoría de los que merecen algún escrito por mi parte , nunca el coqueteo le sentó mal a nadie, al contrario, refresca las marcas de tu sexo , actualiza algunas hormonas en desuso y previenen contra un alzheimer sexual pronosticado.
A las 10 de la mañana, más o menos, el guapo doctor me quitará los puntos de mi ojo izquierdo y después se acercará a mi cara y me dirá “mirame” y yo miraré justificadamente sus ojos dulces que sólo ven en los míos una sutura de la que al que parecer se siente satisfecho, entonces bajo mi mirada a su corbata perfecta y morada emergiendo destacada entre su bata y su consulta completamente blancas. Me enseñará luego mi cara en un espejo- como en las “pelus” pero por delante- y mientras él me pregunta que qué tal yo le responderé, haciendo ver que tengo algún tipo de criterio, que sí, que sí, que está muy bien, mientras pienso que que fea estoy esta mañana, ya podía haberme arreglado un poco , que la ocasión lo merecía y no está la cosa para desaprovechar ocasiones de gustar. Y aunque este vasco dulce y primoroso está felizmente casado como la mayoría de los que merecen algún escrito por mi parte , nunca el coqueteo le sentó mal a nadie, al contrario, refresca las marcas de tu sexo , actualiza algunas hormonas en desuso y previenen contra un alzheimer sexual pronosticado.
A eso de las siete de la tarde los dolores de mi cadera y de mi espalda y algún recuerdo triste de mi amado, al que perdí, sin saberlo, en el mismo instante en el que empecé a amarle, intentan dar al traste con mis planes: nada que no solucionen una llamada amiga a tiempo, un abrazo, un beso y un ibuprofeno de 600 .
Mañana os contaré como nos fue en nuestra fémina cita si fue tan buena como auguraban mis deseos o gloriosa como se anticipa.