25 de enero de 2018

VIDAS (trabajo para Laboratorio de escritura. 2010)

Cuando me desperté seguí con mi muerte como si nada.

Jamás hubiese imaginado que de muerta soñaría que estaba viva y que disfrutaría de ese privilegio que los sueños tienen de vivir en ellos a la carta.

No siempre fue así, me refiero a ser consciente de que había muerto y de mi nueva existencia paranormal, más bien fui una escéptica con las cuestiones del más allá.
Al principio la confusión me llevo a un estado de ansiedad insoportable, pues no había tenido tiempo de asumir mi fallecimiento cuando de repente aparecí aquí, encerrada, sola, en la más absoluta oscuridad. Seguía tan apegada a mi cuerpo que tardé mucho tiempo en comprender que él tenía que quedarse en ese pequeño espacio bajo tierra en el que lo enterraron, angustiada, sin poder moverme, sin tiempos, viva. Tampoco me lo puso fácil el haber vivido en la Edad de La Mentira,  donde el espíritu se había quedado enganchado a nuestros culos, a su vez aposentados en los sofás de nuestras casas, de nuestras segundas residencias o en los asientos de piel de los autos de última generación, con sus GPS y sus manos libres. Ni siquiera en mis sueños de finada lograba desprenderme de esa imagen de mujer moderna siglo XXI, Primer Mundo.

Para cuando tomé conciencia de mi nueva realidad, de mi cuerpo quedaba más bien poco. Lamentablemente, dada mi acusada dependencia, tuve que asistir al repugnante espectáculo de su descomposición, un lento y humillante proceso en el que sufrí lo indecible. Mi espíritu también se deterioraba y no podía vislumbrar ningún otro final que el de desaparecer totalmente, cada vez me sentía más muerta, la depresión estaba acabando conmigo. Fue entonces cuando oí tu voz - aquello no fue un sueño- entrecortada por el llanto, me decías que no habías tenido fuerzas para venir a verme antes, que me echabas de menos, que nuestro perro sigue esperándome todas las tardes en la puerta a la hora en que solía llegar del trabajo, que tú también, que nuestra pequeña sigue preguntando, que tú también, que mis padres no han podido superarlo, que tú tampoco, que por fin había sido capaz de mirar la fotos y de leer todos mi relatos, que me quieres, que me odias, que volviste a trabajar pero que estás muerto por dentro, que te perdone. Supe, por ti, que llevaba un año aquí metida y por primera vez sentí que mi alma ya no estaba entre mis huesos y salí.

Han pasado dos años y desde entonces mi presencia te acompaña todos los días al trabajo haciéndote sentir que no estás solo, y sonríes y no sabes por qué, tú lo atribuyes a aquel día, al alivio de la culpa, al final de un largo duelo, pero soy yo que he vuelto, soy yo que ahora entiendo. Por las noches sigo viva contigo en todos y cada uno de mis sueños y hacemos aquel viaje que tanto deseaste y para el que nunca tuve tiempo y papá sobrevive al infarto y yo dejo aquel trabajo anodino y escribo, Darko a mis pies dormitando, y publico mis relatos, y mamá los lee y entiende alguno, y la niña ya no es una niña, y casi estoy acabando la novela y me traes un café caliente con un beso y te quiero.

6 comentarios:

  1. Muy bueno, Isabel. Has logrado un enfoque muy original al tema; mantiene el ritmo y la tensión y sobre todo: es muy conmovedor.
    Me ha dejado un sabor agridulce. Vaya mi felicitación. Un abrazo.

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  2. Extraño......diferente. Me gusto
    Taliesin

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  3. Me ha sorprendido el argumento, y el final tambien. Muy bueno Isabel
    Un abrazo

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  4. Y el momento de la salida, Xavier Villaurrutia lo podría haber descrito así:

    "...sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
    en esta soledad sin paredes
    al tiempo que huyeron los ángulos
    en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
    para salir en un momento tan lento
    en un interminable descenso
    sin brazos que tender
    sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
    sin más que una mirada y una voz
    que no recuerdan haber salido de ojos y labios
    ¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
    Y mi voz ya no es mía
    dentro del agua que no moja
    dentro del aire de vidrio
    dentro del fuego lívido que corta como el grito
    Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
    cae mi voz
    y mi voz que madura
    y mi voz quemadura
    y mi bosque madura
    y mi voz quema dura
    como el hielo de vidrio
    como el grito de hielo
    aquí en el caracol de la oreja
    el latido de un mar en el que no sé nada
    en el que no se nada..."

    Un beso, amiga

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  5. Buen tratamiento del tema, me ha gustado, Isabel.

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  6. Sabes atraer al lector, tienes la magia de transmitir el sentimiento en tus escritos. He disfrutado con su lectura que me ha trasladado a otros tiempos, ya casi olvidados. Gracias por ello.
    Saludos y un abrazo.

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