27 de noviembre de 2011

LA ADORABLE CECILIA: Primer premio otorgado por Minificciones.ning y la revista literaria Sabor Artístico

Bosque de la tranquilidad

Imagen de Damas Art

Dormida y desnuda bajo el viejo árbol, cargado de rojos y de aromas, yace la adorable Cecilia abandonada. Pausada se despereza dejando que sus pechos relajados se derramen. Al poco ladea ligeramente el cuello, rendida y entregada. Uno de sus muslos se eleva lentamente ocultando, sin quererlo, el movimiento de su mano. Sus ojos cerrados premeditadamente, el gesto de placer de su sonrisa y el rítmico jadeo que surge de sus labios entreabiertos, compiten con el sonido del aleteo de unos pájaros que huyen como si presintieran algo. Es entonces cuando Cecilia, zénit exaltado, vuelve la vista hacia la vieja valla. Conoce de sobras mi trayecto y mis horarios. Ya sabe, desde hace rato, que yo la estoy adorando.

(Se lo dedico especialmente a mi amiga Milagros, que le gustó tanto.)

8 de noviembre de 2011

Ni contigo ni sin tí (Antes "Homicidio involuntario" . Reeditado)


“Mira que duele tener el puñal de tu ausencia clavado en mi pecho pero sé que acabaré desangrado si lo arranco . No quiero morir. Sólo tú podrías sacarlo porque aún tienes las llaves de mi casa”.

La nota descartaba el suicidio y dirigía las sospechas, como siempre,  hacia los más allegados.

La víctima debía conocer y confiar en su asesino porque no había cristales rotos ni cerraduras forzadas. Todo estaba en orden , no había indicios, ni arma del crimen, sólo un cuerpo frío e inerte yacía en el suelo en una posición inesperada: con los ojos muy abiertos y una expresión en su rostro de "mi amor, no entiendo nada" .Un gran charco de sangre derramada, un puñal y el inexplicable reflejo de una cara que permanecía aún en sus pupilas dilatadas. 
Expertos en lenguaje no verbal pudieron constatar en el gesto de su muerte que a su asesino lo  amaba. 

Numerosos testigos confirmaron que sólo para élla tenía esa mirada.

Mudos y pálidos, los policías procedieron a la detención de la mujer  que, con otro puñal de idénticas dimensiones clavado en el pecho, se entregaba sin oponer resistencia. No se atrevieron a esposarla ni a leerle sus derechos.