2 de octubre de 2011

EN LOS EXTREMOS



      Al despertar aquella mañana  supe que mis días de vínculo con la realidad habían llegado a su fin: demasiados años intentando comprenderla. Inicio hoy mi andadura por esos otros mundos que me asaltan hace tiempo y que hoy me vencen,  arrastrándome con ellos a las profundidades del cielo, a las cimas del infierno. Que si esto era la vida, cuán engañado estuve viviendo en la de los otros.  

Con Sancho todo es más fácil, siempre toca de pies a tierra con sus toscos zapatones de cáñamo que se empapan cuando llueve, arden en verano escociéndoles las plantas y  mueren cada dos por tres como todas las cosas. Con él siento,  no obstante, el dolor de mis pies entumecidos por las cadenas que, por unas sinrazones o por otras,  llevo arrastrando toda mi vida. Que España nunca me dio mi sitio ni me procuró el sustento que merezco, tantos años de servicio estéril. Tanta ficción. La comodidad de Sancho, el personaje que nada espera y por eso recibe tanto.  

El caballero, sin embargo, sólo aparece en los momentos más álgidos de inspiración, cientos de musas tirando de los hilos, rozando los límites de mi propia locura, en el más absoluto aislamiento, ido. Los ojos puestos en el cielo, los huesos rotos. Por más ridículo que parezca ¿qué he sido yo sino él toda mi vida? Metido siempre en guerras y trifulcas, amando falsas Dulcineas: con mi fe no moví montaña alguna. A la postre, pésimas novelas de caballerías, batallas perdidas. 

En posesión del hidalgo no siento los grilletes, pero sólo es cuestión de tiempo que aparezca Sancho. En los extremos. Pero ya no les temo sus vidas: sólo me asusta la mía.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. YO a veces, más que Quijote, me siento un poco Sancho.
    Me gustó.

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