Al rato apareció Paco, sonriente, con la gaseosa en la mano. Privilegiado, me llamaban los colegas de celda. Qué iban a saber ellos de mi pacto con el guarda de planta, pero en fin, más vale que te jodan por algo, digo yo. El caso es que Paco decía estar enamorado de mí, sinó de qué: a otros, sin trueques, les jodían igual.
Recuerdo su mirada triste, una hora después, intentando contener las lágrimas, cuando desde el banquillo oí como aquel recibo de hotel se convertía en prueba irrefutable de mi inocencia.
QUÉ TERNURA, MUJER.
ResponderEliminarES DE UNA INCIERTA TERNURA, PERO TERNURA AL FIN Y AL CABO.
GRANDES ABRAZOS PARA TI.
Bueno está claro que hay gente para todo. y nunca sabes qué es lo que te acabará llenando y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarSaludos