Anteayer, tacones altos y ganas de vivir urgentes, tropecé: caí de bruces. Mis rodillas y mis manos impactaron aparatosamente en el asfalto. Ayer, las heridas curando todavía, tropecé de nuevo y en el aire, escarmentada, pude corregir la trayectoria y tan sólo me torcí un tobillo. Hoy, enormes orejas de asno a la vuelta de la esquina, os puedo asegurar que no pienso volver a tropezar con esa hermosa piedra que el amor pone siempre en mi camino.
Ilustración de Abraham Alcázar
Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar.
ResponderEliminarEs una cancion conocida por todos, eso creo, pero la cuestión es saber levantarse y procurar no volver a tropezar y en ese caso, que la caida no sea tan fuerte.
Besos
Justo, Cele, y si no observa la sombra de la chica de la ilustración que está ya hasta la narices de ser aplastada por el cuerpo que la proyecta inseparable.
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