29 de marzo de 2011

ENTRE DOS MUNDOS


        No sé como llamar la atención de Isabel cuando está ahí dentro con toda esa gente. Hoy no para de hablar con la familia de un tal Ignasi Raventòs, todos llenos de piercings y tatuajes, pesados a más no poder con sus charlas de tinta y sus agujeros anímicos.
        Ya no sé que hacer. He utilizado todos los recursos que estaban a mi alcance: fui sigilosamente hasta su habitación y conseguí la zapatilla prohibida, la rosa, la que provoca en ella esos aspavientos tan divertidos persiguiéndome por toda la casa con ese "no" tan familiar que ella piensa que me perturba y a mí me resulta tan motivador.
         Después fui al lavabo y me traje ese otro objeto que provoca idéntica respuesta en ella, un objeto cilíndrico hueco y marrón que no sabe a nada pero que se destroza apetitosamente y se deshace en mi boca.
        - ¡Noooooooooooo!, ¡eso no!- me ha pillado.
        Ha cerrado las puertas de los objetos prohibidos. Cuando esas puertas se abren, por olvido,claro, se abre el cielo.
        Mi ama sigue tecleando. Es un ruido agradable que a veces me hace conciliar el sueño pero otras me exaspera y me aburre soberanamente, como ahora.
        Por fin se han ido los cuatro visitantes pirograbados. Es la mía, ahora no hay nadie. Entro, me acerco a ella, nada. No lo entiendo. ¿Habrá dejado de quererme?
        - ¿Qué pasa chico? ¡Mi chicorrote! - mi cola es la primera en alegrarse, gira como las aspas de un molino - ¡Está contento mi chico!- salto, me acaricia, me estiro, me retuerzo, me levanto, le pongo mi pata en la suya , le saco exageradamente la lengua, abro mis ojos todo lo que puedo.
        - ¡Y cómo le gusta que lo acaricien!- ya he hecho todo lo que sé hacer, porque lo de ladrar no procede. Por fin regresó. ¡¡Esta es mi ama!! Ahora seguro que me lleva al parque. Lo hace siempre que remuerde la conciencia y se siente culpable de haber estado tanto tiempo fuera.
        - Vamos Dex, chiquitín, vamos al parque.


28 de marzo de 2011

EQUILIBRIO

        Dex duerme entre el "estudio " y el "salón", mi apartamento es muy pequeño, pero tiene algunas puertas.
        Suele despatarrarse a medio camino entre mi silencio, el sonido de las teclas y la vida de allá afuera, como si quisiera ser el elemento aglutinante de ambos ambientes, el equilibrio que a veces me falta cuando la inspiración y el ordenador se apoderan de mí.
      Voy a acariaciarlo sin más demora.

27 de marzo de 2011

CONVIVENCIA

       Ahí llega majestuoso, algo lobo, muy negro. Mi dulce Darko.  Su presencia impone  a los demás humanos, una mezcla de respeto, admiración y miedo. Darko elige con criterio a su manada, dosifica sus mimos, pero siempre está ahí , no muy lejos, protegiendo a los suyos. No acaba de entender, aunque lo asume, que me tiene que compartir con el blanquito.
        Dex, por el contrario, es pequeño, peludo,  suave, se diría hecho todo de algodón sumiso y dulce. Él reparte mimos a diestro y siniestro, sin demasiados criterios, eso sí reserva los más ricos para los que le amamos, nosotros, Alex y yo.
      En el reino Darko, su casa, la nueva casa de Alex, Su Majestad ignora a Dex, le acepta como mucho la primera caricia, el resto le agobia y se va. Ni siquiera le gruñe, no merece la pena, es un cachorro de de 8 meses y él ya tiene 11, dónde va a parar. Allí Dex se contiene y sí, me permite acariciarlo y estar también por él. Mi precioso Darko, el primogénito.
     Pero hoy está en mi casa, la suya, su antigua casa  y el blanquito no le pasa ni una: el sofá es suyo, el estudio, también, la cocina, el lavabo, el colchón, los juguetes, yo. Cuando nos visita el Rey, Dex sólo cede, desde la parte de humanidad que le queda, la comida y el agua, que eso no se le niega a nadie.
    Su Alteza se ha ido y  el príncipe blanco relaja su estrés a mis pies y se resigna. Otra vez será, piensa. En la próxima intentaré de nuevo conseguir la abdicación.