26 de septiembre de 2011

María González. ( del micro al breve)


A María le tocó nacer cuando la medicina todavía no salvaba corazones heridos. Después le tocó crecer con su maltrecha víscera cuando la ciencia sólo los salvaba  ricos. Para cuando ya operaban en la capital alguno como el suyo, herido, pobre, alegre y esperanzado, le tocó morir.
También le tocó jugar poco  y trabajar mucho. Entre los olivares de los señoritos, las travesuras de sus hermanos chicos. En el cortijo, ayudando a su madre con la casa y con los niños, pasó hambre y le tocó también ver morir hombres perseguidos. En el silencio de los campos, ecos de disparos, rojos muertos.
María sufrió lo suyo. La muerte de su madre, Isabel y la de sus hijos sin nombre, sietesemesinos y mellizos.
Pero también le tocó ser una de esas personas que dejan su huella en otras aunque luego tengan que vivir sin ella  y llorar su marcha prematura.
Intuyo casi todo lo que sé de ella y conozco lo que poco que me han contado: que "era alegre y buena, nunca perdió la alegría",  dulce, talentosa, que no fue a la escuela pero que leía muy bien, que mi padre la admiraba y adoraba (la ternura en su sonrisa y el brillo de su mirada cuando me habla de su hermana mayor. Sigue viviendo en sus ojos).
Alta, rubita, con los ojos claros, erguida, elegante, con un sello de distinción que competía con la fuerza y las duricias de sus manos. ¿Quién dijo que se tenía que nacer princesa para serlo? Ella pertenecía a ese linaje de cenicientas del pueblo, clandestinas princesas de otro tiempo.
María me quiso sin conocerme, y esperaba paciente, casi sin fuerzas, que naciera de mi madre para tomarme en sus brazos, amadrinarme y regalarme dos cosas: unos zarcillos de oro y su nombre. Todo lo dejó encargado por si no llegaba a tiempo. "Ésta niña será Isabel María", dejó dicho con una gran sonrisa, a las puertas de su muerte. Dos meses despúés yo nacía sin llegar a sus brazos, no me dio tiempo.
Sus zarcillos, que entonces se compraban grandes para que duraran siempre y que caían por su propio peso, los perdí a los cuatro años cuando empecé a ir al colegio, como tantos otros. Anduvo uno por casa hasta que debió venderse, también por su propio peso, en algún achuchón de aquéllos.  
No sé por qué su nombre me lo elidieron siempre, por prisas, por abreviar, por segundón, por compuesto, por nada. Y me acostumbré a ser Isabel González, a secas.
De ella me queda esta fotografía quinceañera en sepia, una gramática castellana amarillenta y su nombre. Con él  firmo hoy en su memoria.

Isabel María González

25 de septiembre de 2011

A primera vista



     Por fin se citaron esa tarde. Él llegó primero, ella diez minutos después como toda novia que se precie, creando expectación, alimentando fantasías, radiante, hermosa, resplandeciente en el ambiente cálido y tenue del local. Todas las miradas del Café Gijón en Marcela, toda su potente sonrisa recibiéndolas, todas las tertulias eclipsadas, segura, provocativa.  
Cierto halo de decepción mudó su gesto a medida que sus ojos recorrían la estancia sin encontrarle. Se sentó en la mesa contigua con cierto aire de abandono. Por el rabillo del ojo vi cómo sacaba  de su bolso la  fotografía que yo le había enviado el día que quiso conocer mi aspecto. Me fui, incapaz de decirle que aquél también era yo, veinte años atrás.

LA VIDA TIENE UN PRECIO (revisado)

Ilustración de Isabel González. Junio de 2010.
("Me hicieron pagar un precio que ningún humano tiene que pagar")


     Quiso ser humano: aprendió a mentir. No tardó en darse cuenta de que sería el único que no podría permitirse el lujo de hacerlo sin ser descubierto. Era tan difícil no mentir nunca, si incluso tenía que mentirse a sí mismo para poder seguir viviendo. Hoy, apesadumbrado, observa como su nariz se pierde en el horizonte sin que pueda hacer nada por evitarlo. Allí se le pone el sol, allí le sale la luna, y allí se queda dormido soñando despertares de maderas finas.

24 de septiembre de 2011

A LA DEFENSIVA –Isabel González


      Dolly Parton

       Para no desconocerla diré que bajo esa piel de lobo sigue viviendo mi dulce amiga Dolly aunque oírla aullar me desconcierta.

22 de septiembre de 2011

MIRADAS

     
    La de los días de lluvia es distinta, mimetiza solidaria con la suya. La otra, la de los días de sol, la solitaria, era mucho más dolorosa: le desgarraba la ausencia, le hería la distancia, moría en su silencio.
Hoy sí, hoy va a salir a la calle, sin paraguas, para llorar a sus anchas: nadie podrá distinguir entre la lluvia y sus lágrimas.

19 de septiembre de 2011

METAMORFOSIS

                             
       Para no desconocerla diré, ante los demás, tantas barbaridades como sean necesarias. No pienso abandonarlo sólo porque ha cambiado tanto que ni yo le reconozco: es el padre de mis hijos, yo le amo y no me importa llamarla Enriqueta de ahora en adelante.

16 de septiembre de 2011

DESDOBLAMIENTO


    - Era un clon de La Bella Durmiente, doctor, pero no respondía a mis besos. Estoy mal, no entiendo nada. Ella es mi princesa. No comprendo- insistía Damián angustiado incorporándose del diván.
   - A ver, príncipe Damián, solicite a su majestad la Reina que salga de nuevo y volvamos al momento de la manzana.

15 de septiembre de 2011

EXEQUIAS


     Mi sepulcro a perpetuidad de hoy fue, hasta no hace mucho, un hogar alegre donde convivían nuestra juventud con nuestras ilusiones. Los hijos, que quizás llegaron demasiado pronto, lo llenaron de risas, de llantos y de obligaciones. Ignoro en qué momento comenzó nuestra casa a tomar forma de sarcófago, ni con qué sigilo la oscuridad y los silencios empezaron a invadirlo todo. Tampoco sé cuando nuestros cuerpos dejaron de ser jóvenes, de sentirse, tal vez cuando nos dimos cuenta de que ya apenas podíamos movernos o quizás cuando nuestros proyectos empezaron a oler a descompuesto. Sólo sé que tú, al parecer, te fuiste a tiempo, que lo hiciste con todo lo que quiero y que tu ausencia hoy permanece entre mis restos.

13 de septiembre de 2011

INOCENTE


Al rato apareció Paco, sonriente, con la gaseosa en la mano. Privilegiado, me llamaban los colegas de celda. Qué iban a saber ellos  de mi pacto con el guarda de planta, pero en fin, más vale que te jodan por algo, digo yo. El caso es que Paco decía estar enamorado de mí, sinó de qué: a otros, sin trueques, les jodían igual.
Recuerdo su mirada triste, una hora después, intentando contener las lágrimas, cuando desde el banquillo oí como  aquel recibo de hotel se convertía en prueba irrefutable de mi inocencia.

10 de septiembre de 2011

ALTA CUNA ( Primera parte)



     Yo no nací por casualidad. Para entender mi llegada a la vida y a este mundo vuestro es necesario remontarse a mi concepción. Soy fruto de un matrimonio convenido, como los de antes.

El embarazo de mi madre fue también programado con alevosía. No hubo que esperar mucho, mamá siempre fue una hembra fácil a pesar de su educación y sus orígenes de casta noble. Y desde luego que no fui un hijo deseado, como no lo fueron tampoco mis otros siete hermanos, hijos del sexo sin amor y de los orgasmos de mi padre. Quizás por eso se nos complicó tanto el parto.

Como primogénito me tocó abrir caminos y fui el único que, siguiendo la tradición de la especie, recorrí con sumo esfuerzo las entrañas ensangrentadas de mi madre para intentar nacer con la poca dignidad que me quedaba.

No fue así. No hubiese visto la luz de no ser por el estirón doloroso de mis sienes que Don Francisco y su ayudante ejercieron sin piedad. Así que lo primero que oyeron mis enormes orejas fue el alarido desgarrado de mi madre y mi propio llanto. 

      - ¡Ya, ya, Manuela, ya está! Ya salió. Tranquila mujer, todo va ir bien - jadeaban las voces del exterior- ¡Rápido, que los demás están sufriendo! ¡Cesárea, cesárea, vamos!     
       
Os estaba hablando de mi llanto, un chillido agudo, entrecortado por la dificultad para respirar y la sorpresa ante la necesidad de hacerlo,  que  insiste en el dolor, en el hambre, en el miedo,  en la soledad, en el desamparo.  

La primera vez que sentí de nuevo tus latidos, madre, noté cierto alivio: me recorrían tu leche caliente y el amargo sabor de tu derrota. Yo tampoco me quiero.

8 de septiembre de 2011

ORIFICIO DE SALIDA II (revisado)


        La bala en tu sien, sin salida. Quieren apartarme del caso. Los puños, apretados, rígidos. Sin entrada. Es por tu bien, me dicen, pero yo sé que les importo una mierda.        
Consigo por fin abrirte el derecho tras desencajar cada uno de tus dedos, se me quiebra alguno. Contengo mi dolor, debo hacer bien mi trabajo, no puedo darles motivos a esos pringaos para putearme, lo están deseando. Tienes un papel arrugado, está lleno de arrepentimientos, perdones, despedidas, putas mentiras.

En el otro, tu rabia ha dibujado cinco pequeñas hendiduras rojas en la palma. Me quito uno de los guantes blancos, no me ve nadie, necesito tocártelas, una por una, para que me cuenten por qué. Ahora es mía la rabia con la que aprieto los puños.

Ha sido ella, lo sé, aunque todas las pruebas apunten a tu suicidio. Es tu pistola, sí, pero no hay huellas. Nunca te marcharías sin decírmelo, sin darme instrucciones, tú eras así conmigo.

Esta jodida placa que me permite ser la primera en tocarte no ha podido salvarte la vida.

Te dije que no me gustaba, que había algo oscuro en sus ojos cuando me miraba. Yo a ella tampoco. Al principio pensé que su distancia era una cuestión de rivalidad, que no acababa de creer que lo nuestro fuese sólo amistad. Cómo te reíste el día que te lo conté, luego me diste un abrazo y seguimos trabajando. Aquella tarde, sin embargo, se encontraron nuestras miradas más veces de la cuenta, con sonrisa, a hurtadillas, algo extrañas. Y respeté tu deseo de no investigarla. Yo te lo respetaba a todo.

Ha sido ella, estoy segura. Mira sus ojos como lagrimean de uno en uno, rítmicos. Mira su boca, esa mueca que está negando al llanto. Mira como me mira la hija de puta.

De repente, la bala sale disparada de tu otra sien y se incrusta vengadora en su corazón. Fluyen todas la sangres. Se aflojan mis puños. Cesan todas las lágrimas.



6 de septiembre de 2011

CAMINOS

      
      Dejó profundas huellas en mi camino que no fui capaz de ver durante el tiempo que convivimos juntos. Lo sé porque las reconozco en muchos de mis gestos: en ese tipo de cosas que provocan hoy mis risas y mis llantos, en cada una de las decisiones que tomo ahora que ya soy viejo y no la tengo, en la respuesta a mi caricia de su fiel amigo Toby, llena de regocijo, en la sonrisa plácida de mi nieta cuando se despachurra segura en mi regazo para dormirla con su canción de siempre.
      Hoy desando nuestro camino en mis recuerdos, vuelvo atrás para recorrerlo de nuevo con sus ojos.

4 de septiembre de 2011

PINCHAZO

      Tenía que cambiar el neumático a toda prisa, antes de que aquel oso enorme se decidiese a cruzar la carretera. Lo hizo.

3 de septiembre de 2011

EL PODER DE LAS PALABRAS



      Virginia cerró el diario: casi traspasa los límites de la cordura. No sabía el por qué de leer y releer el pasado. Le gustaba escribir y justificaba como correcciones de estilo las modificaciones que hacía en cada revisión. Perfeccionaba las formas sin darse cuenta de que retocaba el fondo emocional de lo vivido.Tenía que dejar de hacerlo. A veces se preguntaba hasta qué punto ese acto nostálgico podría estar influyendo en su presente.
     Con el paso del tiempo su memoria había sido selectiva con los recuerdos amargos, sirviéndose del "la vida sigue" como criterio básico. Esta vez la tentación había sido demasiado fuerte: a punto había estado de sustituir el "me dejó" por "le dejé" pero, afortunadamente,  lo que escribió en su día siempre tuvo la osadía de vencer al olvido.

2 de septiembre de 2011

ENCUADRE


      Después de colocar el árbol adecuadamente, es decir, con ese aspecto distraído que tienen los objetos que premeditan un desorden aparente y ordenado, como si siempre hubiese estado allí, vuelvo corriendo hacia mi cámara antes de que deje de ser una silueta. El sol no espera.