Cuando murió Gepetto, Pinocho anduvo varios días desorientado por la casa. No encontraba nada. No sabía hacer nada, ni comer, ni dormir, ni asearse... La soledad inesperada de su pérdida enmudeció la casa. Y no quería hablar con nadie, ni siquiera con sus amigos preocupados, llamando a su puerta todos los días y a todas horas. No entendía sus palabras, su tono de pésame. No. Eso sería admitir que estaba muerto. Al cabo de tres días, débil, les dejó entrar con actitud abatida, se dejó caer junto a las herramientas y volvió a ser un muñeco.
23 de febrero de 2010
Cuando los sueños se acaban
Cuando murió Gepetto, Pinocho anduvo varios días desorientado por la casa. No encontraba nada. No sabía hacer nada, ni comer, ni dormir, ni asearse... La soledad inesperada de su pérdida enmudeció la casa. Y no quería hablar con nadie, ni siquiera con sus amigos preocupados, llamando a su puerta todos los días y a todas horas. No entendía sus palabras, su tono de pésame. No. Eso sería admitir que estaba muerto. Al cabo de tres días, débil, les dejó entrar con actitud abatida, se dejó caer junto a las herramientas y volvió a ser un muñeco.
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Quizá así sufriría menos la soledad de este mundo real.
ResponderEliminarUn saludo indio
Era lógico imaginar que era el viejo Gepetto el que le daba vida, quizás en su propia imaginación. Me gustó! Lindo relato. Un beso
ResponderEliminarMe gustó, Isabel, eso de que la creación sin su creador deja de tener vida. Aunque creo que se rindió demasiado rápido: también podría haber construido un Gepetto de madera, e intentar darle vida...
ResponderEliminarUna abraçada.
Ahí está la clave, No comments. aunque va más por lo "en su propia imaginación" como dice Martín. Un dependencia excesiva de Gepetto. Una pena insuperable. El bloqueo ante la pérdida que no queremos aceptar.
ResponderEliminarVictor, aportas la esperanza, la actitud positiva, luchar antes de rendirse, darle la vuelta a la tortilla, el final feliz.
Victor, acaba tú el relato - si te apetece- y lo apadrinamos conjuntamente. Me gusta la idea.
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No te prometo nada en breve, Isabel, porque estoy liadísimo. Pero si me atrevo te lo haré saber.
ResponderEliminarSempre penso que puc escriure en català quan acabo el comentari... Quina memòria la meva!! Una abraçada.
Estoy impresionada por lo prolífico que es tu blog y la calidad artística de tu obra...
ResponderEliminarGracias por segurime...
Estaré por aquí cerca, un placer leerte.
Un saludo
Me encantó Isabel, una idea genial.
ResponderEliminarQuien depende de otro para ser quien cree ser, acaba siendo un muñeco roto, cuando el otro le abandona.
ResponderEliminarMuy buen relato amiga. Un abrazo
Hola Isabel,
ResponderEliminarPrimerísima impresión de este conductor de autocares: dices lo que dices con los ojos, con las manos, con la piel. Parecen palabras pero apenas son una precisa y preciosa excusa para compartir lo indecible. Aquí estaré, si me lo permites, paseando por tus cosas.
Es como la dependencia del padre, pero hay que superarlo, si no, algo falla, ¿no? La vida sigue.
ResponderEliminarHola Isabel,
ResponderEliminarlike the picture, brilliant!
Liv ")