No era un fantasma quien surgió entre la niebla a pesar de su aspecto deteriorado y translúcido. La Chari se fue definiendo a medida que se nos acercaba: desgreñada, arrastrando los pies. Parecía mirarnos desde su ceño fruncido, pero pasó a nuestro lado sin ni siquiera vernos. Unas gotas de sangre me salpicaron las Nike nuevas y siguieron dejando un sendero moteado de rojo en el asfalto. Fue entonces cuando le vimos la navaja en su mano izquierda.
El cuerpo menudo de la joven fue reducido y esposado antes de que pudiese entrar en el cuartel en un alarde de fuerza innecesario. No tardaron en oírse los primeros alaridos de dolor de los familiares que iban saliendo de la niebla a trompicones gritando el nombre de su muerto.
La Chari los miraba con odio, como si todo aquéllo todavía no fuera suficiente, ¿quién iba a devolverle su dignidad perdida?
Hay algunas cosas, que ni la más drástica de las venganzas puede borrar o devolver. Muy bien llevado el relato Isa, me ha gustado mucho la recreación del ambiente. Un beso
ResponderEliminarIsabel, muy bien llevado el tema y el ambiente. La victima se hace verdugo pero siempre será víctima.
ResponderEliminarUn beso.
Bien dibujado, Isabel. Plantea cuestiones bien ásperas.
ResponderEliminarUna dignidad que intenta acallar su sed de venganza entre las nieblas. El dolor de los familiares de la víctima. Cuánto sufrimiento de ambas partes que desembocó en la violencia de La Chari.
ResponderEliminarContundente micro que demuestra que, a veces, los verdugos son víctimas previas (como apunta también José Antonio).
Un fuerte abrazo, Isabel.
Muy bueno, tocaya. Impacta la historia.
ResponderEliminarFelicidades y besos.
Hay un fulgor de tragedia contemporánea ( y eterna) en este relato. En este caso el odio pede ser pedagógico.
ResponderEliminarGran lección, Isabel
Me gusta como has relatado semejante drama que por desgracia está a la orden del día aunque casi en viceversa diría yo, victima,verdugo, da igual, es una tragedia se mire por donde se mire..
ResponderEliminarsalu2