27 de marzo de 2011

CONVIVENCIA

       Ahí llega majestuoso, algo lobo, muy negro. Mi dulce Darko.  Su presencia impone  a los demás humanos, una mezcla de respeto, admiración y miedo. Darko elige con criterio a su manada, dosifica sus mimos, pero siempre está ahí , no muy lejos, protegiendo a los suyos. No acaba de entender, aunque lo asume, que me tiene que compartir con el blanquito.
        Dex, por el contrario, es pequeño, peludo,  suave, se diría hecho todo de algodón sumiso y dulce. Él reparte mimos a diestro y siniestro, sin demasiados criterios, eso sí reserva los más ricos para los que le amamos, nosotros, Alex y yo.
      En el reino Darko, su casa, la nueva casa de Alex, Su Majestad ignora a Dex, le acepta como mucho la primera caricia, el resto le agobia y se va. Ni siquiera le gruñe, no merece la pena, es un cachorro de de 8 meses y él ya tiene 11, dónde va a parar. Allí Dex se contiene y sí, me permite acariciarlo y estar también por él. Mi precioso Darko, el primogénito.
     Pero hoy está en mi casa, la suya, su antigua casa  y el blanquito no le pasa ni una: el sofá es suyo, el estudio, también, la cocina, el lavabo, el colchón, los juguetes, yo. Cuando nos visita el Rey, Dex sólo cede, desde la parte de humanidad que le queda, la comida y el agua, que eso no se le niega a nadie.
    Su Alteza se ha ido y  el príncipe blanco relaja su estrés a mis pies y se resigna. Otra vez será, piensa. En la próxima intentaré de nuevo conseguir la abdicación.

2 comentarios:

  1. Hola Isabel, me encanta tu prosa sencilla y fluida.
    Volveré por aquí para seguir leyéndote.
    Un saludo.

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  2. Que vivencia más tierna a pesar de la rivalidad. Los dos son para comérselos.

    Un abrazo

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