22 de junio de 2010

ENTRE LÍNEAS

Pedro, el oculista, había salido corriendo  ante los ojos atónitos y casi ciegos de Cecilia que sin embargo había sentido su miedo. Momentos antes medía su reducida visión con aquella especie de escafandra en la que alternaba cristales cada vez con más aumento: “ce,... e,... ce, ….i,... ele, ...i,... a” (sorprendida ) le aseguro doctor que es lo que veo. No estoy para juegos Cecilia, a ver ahora... (molesto, conoce su humor y su problema desde niña). A ver...“t e ... e ... a ... eme … o..”( avergonzada de lo que acababa de leer).

7 comentarios:

  1. Muy chulo este. Será que vemos lo que queremos ver...
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Gracias por no poner esta foto en El Microrrelatista
    Como decimos en Murcia: ¡Qué tiricia!

    ResponderEliminar
  3. Esa lectura ¿era del tablero del oculista, o del corazón? Besitos.

    ResponderEliminar
  4. Hacia el exterior leía mal, pero el interior lo bordaba.

    ResponderEliminar
  5. Torcuato, he cambiado la foto, je je, para no herir sensibilidades. Un abrazo.

    María Jesús, bienvenida a mi blog, leer el interior o la mente, sí.

    Isabel, el corazón, el corazón, sexto sentido. Un beso.

    Amigo Josep, visión selectiva, sí.

    ResponderEliminar
  6. Gran micro. No sé si volveré a graduarme la vista después de su lectura. b-u-e-n-o

    ResponderEliminar
  7. Hay que estar muy ciego para no ver ciertas cosas! Muy tierno, me ha gustado mucho!

    ResponderEliminar

Tu opinión alimenta mi trabajo