Pedro, el oculista, había salido corriendo ante los ojos atónitos y casi ciegos de Cecilia que sin embargo había sentido su miedo. Momentos antes medía su reducida visión con aquella especie de escafandra en la que alternaba cristales cada vez con más aumento: “ce,... e,... ce, ….i,... ele, ...i,... a” (sorprendida ) le aseguro doctor que es lo que veo. No estoy para juegos Cecilia, a ver ahora... (molesto, conoce su humor y su problema desde niña). A ver...“t e ... e ... a ... eme … o..”( avergonzada de lo que acababa de leer).
Muy chulo este. Será que vemos lo que queremos ver...
ResponderEliminarUn beso
Gracias por no poner esta foto en El Microrrelatista
ResponderEliminarComo decimos en Murcia: ¡Qué tiricia!
Esa lectura ¿era del tablero del oculista, o del corazón? Besitos.
ResponderEliminarHacia el exterior leía mal, pero el interior lo bordaba.
ResponderEliminarTorcuato, he cambiado la foto, je je, para no herir sensibilidades. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría Jesús, bienvenida a mi blog, leer el interior o la mente, sí.
Isabel, el corazón, el corazón, sexto sentido. Un beso.
Amigo Josep, visión selectiva, sí.
Gran micro. No sé si volveré a graduarme la vista después de su lectura. b-u-e-n-o
ResponderEliminarHay que estar muy ciego para no ver ciertas cosas! Muy tierno, me ha gustado mucho!
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