No era un fantasma quien surgió entre la niebla a pesar de su aspecto deteriorado y translúcido. La Chari se fue definiendo a medida que se nos acercaba: desgreñada, arrastrando los pies. Parecía mirarnos desde su ceño fruncido, pero pasó a nuestro lado sin ni siquiera vernos. Unas gotas de sangre me salpicaron las Nike nuevas y siguieron dejando un sendero moteado de rojo en el asfalto. Fue entonces cuando le vimos la navaja en su mano izquierda.
El cuerpo menudo de la joven fue reducido y esposado antes de que pudiese entrar en el cuartel en un alarde de fuerza innecesario. No tardaron en oírse los primeros alaridos de dolor de los familiares que iban saliendo de la niebla a trompicones gritando el nombre de su muerto.
La Chari los miraba con odio, como si todo aquéllo todavía no fuera suficiente, ¿quién iba a devolverle su dignidad perdida?