Augusto es un revolucionario convencido, mitin andante, despertador de conciencias, libertador de ilusos y sumisos. Ni grillos, ni moscas, ni perros se salvan de sus discursos libertarios. Con las ovejas es muy distinto. Con ellas se exalta, grita, se sale de sus casillas. Tengo que sujetar su rabia ante las incrédulas merinas que no aceptan el genocidio de su raza, que no ven la sangre negra de sus cinceles homicidas. Luego están las sirenas. Tarea difícil, porque sus dulces cantos le confunden. La invitación a abandonar su sumisión y sus serviles cantos, es entrecortada por la placentera somnolencia que le induce a seguirlas.
Y ahí estoy yo, salvándole de ser arrastrado a las profundidades por esas bellezas esclavas, incapacitadas para la vida terrenal. Un sopor dulce le mantiene aún en brazos de Morfeo. Cuando despierte, yo, su amigo, el dinosaurio más libre y paciente de la tierra... todavía estaré allí.
Y ahí estoy yo, salvándole de ser arrastrado a las profundidades por esas bellezas esclavas, incapacitadas para la vida terrenal. Un sopor dulce le mantiene aún en brazos de Morfeo. Cuando despierte, yo, su amigo, el dinosaurio más libre y paciente de la tierra... todavía estaré allí.